Haciendo patria por casi nada

Autor: Oscar Díaz Arnau

No muy lejos de San Jorge de Ipati, en el cantón Angoa, municipio de Huacareta, también se buscó petróleo.

Ronny Chávez es un adolescente de 17 años que por entonces tenía 11 y hoy, en el camino de retorno del colegio a su casa, me asegura que con sus profesores nunca hablaron del tema de la actividad petrolera en territorio guaraní.

Cursa el sexto de secundaria, su último año antes de ir al cuartel militar, como es su deseo, y luego a la universidad. Esto será en Sucre, en Monteagudo o en Camiri, ciudad intermedia de Santa Cruz.

Angoa es una de las localidades alejadas, junto con Anguaguasu, en el radio de acción del doctor Percy Leniz Pari. Este joven médico potosino trabaja desde hace dos años en la posta sanitaria de Ipati del Ingre, otra comunidad guaraní.

Con la “carpetización” individual realizada por él y una auxiliar de enfermería, el único personal de este modesto puesto de salud ubicado a cuatro horas de accidentado viaje desde Monteagudo, en el municipio chuquisaqueño de Huacareta, pudieron establecer que ambos cargan sobre sus espaldas el bienestar de 543 habitantes.

Percy Leniz, de carácter sereno, no espera sentado la llegada de sus pacientes: el 70% de su tiempo lo ocupa en “visitas familiares” (atiende a las poblaciones de tres comunidades: Angoa, Anguaguazú e Ipati).

Mientras me muestra sus carpetas ordenadas con esmero de colegial, y después me cuenta que yendo a los hogares incluso puede entablar conversaciones educativas personalizadas, se me figura ese individuo sin rostro del que tantas veces hablamos sin conocerlo: el boliviano que hace patria en condiciones extremas y ganando casi nada.

A cincuenta metros está el flamante colegio San Jorge de Ipati, donde, salvo los hijos de los docentes, todos los alumnos son guaraníes.

“Ellos hablan netamente el guaraní, tenemos educación bilingüe, todo es en su idioma y a partir de cuarto de primaria comenzamos con la segunda lengua, el castellano”, dice Lidio Colque, su director. Él también administra el Centro de Educación Alternativa (CEA).

“Para atenderlos”, complementa, “tenemos seis profesores bilingües [de un total de 16], no hay más. Estamos aprendiendo [guaraní], es complicado, la pronunciación cuesta”, reconoce con humildad.

El colegio fue inaugurado a fines de noviembre de 2016 por el presidente Evo Morales, pero, según Colque, “no lo han hecho del todo bien; en los baños, por ejemplo, tenemos chorreras”.

Además, les falta mobiliario y los chicos pasan clases apretados en algunos de los cursos; esperan pacientemente, porque no tienen más alternativa, el cumplimiento de un compromiso municipal de que se les entregarían los bancos que necesitan para estudiar.

Esta unidad educativa congrega todos los días a 180 alumnos de los niveles inicial, primaria y hasta sexto curso de secundaria. Algunos caminan alrededor de 5 kilómetros diarios.

Para ellos hay 16 profesores, más el Director. “Éramos 18, pero se nos están reduciendo los ítems por falta de estudiantes. Han reducido mucho porque no funciona ya el transporte escolar, se ha hecho un recorte en los municipios”.

Casi 40 estudiantes de comunidades vecinas hacían uso de ese transporte, desde distancias de 15 kilómetros o más. Obligados por la circunstancia, “muchos se han ido al Ingre o a Monteagudo, otros van al internado”, me explica, con resignación, Colque.

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