Un maestro aventurero, un paceño con ropa liviana

Autor: Oscar Díaz Arnau

Él no es el típico maestro sufrido por el destino alejado que le tocó en suerte.

Soltero, soñador, aventurero, el paceño Diego Sánchez tiene 25 años y alumnos de entre 13 y 17.

Como profesor de Física-Química en el colegio San Jorge de Ipati, se dice feliz con el clima cálido del cañón del Ingre, en Huacareta, municipio de Chuquisaca.

Llegó hace un año.

“Nunca había estado aquí. Es genial, cálido clima, lindo, nunca había vestido tanta ropa liviana, estaba acostumbrado a abrigarme. El invierno no es tan duro aquí”. Habla con el entusiasmo de un joven que no sale del asombro.

Me cuenta que estudió en La Paz, en la Escuela Superior de Formación de Maestros de la provincia Santiago de Huata. Ahora, en el Ingre, vive junto a otros cinco profesores.

Hace poco habilitaron los ambientes del excolegio para viviendas. Allí, en la comunidad, permanecen de lunes a viernes.

“A veces fines de semana salimos; bueno, en mi caso no salgo mucho porque no tengo dónde ir. Una vez al mes salgo para comprarme cosas, víveres, a Monteagudo. Hoy (viernes) estoy saliendo para comprarme unas cositas: materiales para mi enseñanza, para mi práctica en laboratorio, debo aplicar los experimentos”, dice Diego, el profesor de chicos que podrían ser sus hermanos menores.

El bus que viene Monteagudo hacia el Ingre pasa todos los días a las 14:30 y sube a Monteagudo a las 10:00.

“Yo me he venido a aventurar, conociendo mi país. Yo me busco lugares donde pueda ir, mediante compulsas con otros docentes para optar a un cargo”.

Me dice que antes estuvo en el Colegio Holanda, de la ciudad de La Paz. En Ipati estará “hasta que yo decida, hasta que yo quiera; puedo quedarme, tengo ítem”.

¿Está contento? “Tranquilo, no del todo (contento), no siempre 100 por ciento”.

¿Por falta de distracción? “Más que todo, por falta de comunicación con mi familia”.

Dejó en La Paz a sus padres, a sus hermanos menores. “Cuando voy a Monteagudo voy directamente a comunicarme, esa es mi preocupación”.

Diego dice que en vacaciones y en días libres se dedica a viajar. Menciona algunos de sus destinos: Camiri, Muyupampa, Sucre, Potosí, Oruro, Beni…

Del pueblo guaraní se ha formado una opinión favorable: “Para mí, está bien, es una buena cultura, me encanta su tradición. Me encanta el Chaco; nunca creí que fuera así”.

¿Qué es lo que más admira de estos indígenas? “Que son generosos. Te aceptan, te reciben aunque ni siquiera te conozcan, te dan un hospedaje, te invitan algo”.

Se muestra algo extrañado cuando le pregunto si en el aula abordan con los estudiantes el tema de la industria petrolera. Si hablan de la situación del Chaco o de los territorios guaraníes respecto a los hidrocarburos. Si lo conversan entre profesores.

—No he escuchado para nada de eso.

—¿Nada? ¿Ni siquiera por comentarios?

—Nada, nada.

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