Turismo, conservar el bosque y ser autosostenible

Autora: Miriam Telma Jemio

El Madidi es una de las regiones más biodiversas del mundo. En sus más de dos millones de hectáreas, están el Parque Nacional y un Área Nacional de Manejo Integrado, donde viven las comunidades indígenas y, en sus alrededores, poblaciones campesinas y de interculturales (colonos). Para todos, los recursos naturales que posee son parte de su medio de vida.

Un efecto positivo de las áreas protegidas es la conservación de los bosques y el desarrollo de emprendimientos turísticos en las comunidades disminuyó la presión sobre estos porque generó un cambio de actitud hacia su conservación y, también, empleos para la gente local que presta el servicio al visitante tanto en albergues comunitarios, alquiler de espacios de camping, como guías de turismo y otros.

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El puesto de control de ingreso al Parque Nacional está a orillas del río Beni, a unos quince minutos en bote de Rurrenabaque. Un cartel da la bienvenida. Una maqueta permite ver la magnitud del área protegida, su bosque, sus montañas y nevados. Los veinticinco guardaparques controlan el flujo turístico, vigilan que no haya extracción de recursos y patrullan cotidianamente al interior del Parque.

Por la dimensión del área protegida es inevitable que haya extracción ilegal de madera, principalmente cedro, caza de animales como el chancho de monte y pesca ilícita.

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No se permite que los turistas se aventuren por su cuenta, deben recorrer los atractivos con un guía que cuente con registro para operar en la zona. “Los guardaparques siempre hemos buscado que el turismo sea compatible con la conservación. Es un turismo organizado el que se está haciendo en el Parque Madidi”, remarca el guardaparque Alex Nay Vargas.

En el Parque Nacional el control es más estricto,  solo se permiten el turismo sostenible y actividades científicas, como los estudios que realiza Identidad Madidi.

En el Área Natural de Manejo Integrado, la otra categoría, viven las comunidades indígenas tacanas, chimanes y mosetenes conservando la naturaleza, sus tradiciones y cultura ancestral. “Es su fuente de vida. Utilizan los recursos naturales de manera sostenible. No sacan toda la madera, ni cazan para vender, porque es su casa. Eso es importante para ellos implementar el turismo. Dedicarse más a eso”, explica el guardaparque.

El guardaparque señala que entre la fauna que se ve con frecuencia en la zona está el chancho de monte, tapir, jaguar y parabas. Entre la flora, resalta la existencia de maderas preciosas como la mara y el cedro, que se encuentran en el corazón del Madidi. También sobresalen los nevados que están a 6.000 metros del nivel del mar, el lugar colinda con el Perú, donde están los osos, cóndores, vicuñas y alpacas.

Más al norte, solo hay selva y pampa, donde habita el ciervo, el borochi y anacondas, caimanes y lagartos. “Es un lugar con potencial. Pensamos que en el futuro puede incrementar el turismo en esa zona”, adelanta Nay.

Allí operan los emprendimientos comunitarios San Miguel de El Bala, Chalalán y Mashaquipe, y también empresas privadas de turismo, cuyas oficinas están en Rurrenabaque y no en San Buenaventura, municipio al cual pertenece el Madidi.

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Chalalán

En 1999, el pueblo Indígena de San José de Uchupiamonas emprendió en el ecoturismo comunitario con el Albergue Ecológico Chalalán. Desde entonces, además de aportar en la conservación de la biodiversidad, contribuye en la economía de la comunidad de indígenas josesanos.

Desarrollan una operación turística socialmente responsable y ambientalmente compatible, con guías uchupiamonas altamente capacitados, al igual que el personal de otras áreas del albergue. Chalalán es uno de los destinos turísticos más demandados por los extranjeros por la buena reputación de sus servicios, que incluyen –entre otros- paseos de interpretación ambiental por los senderos que rodean el albergue y en canoa por el lago Chalalán.

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San Miguel de El Bala

Una escalinata de piedra, en medio de una selva tupida, separa al río del albergue San Miguel del Bala, donde están las cabañas para los turistas. El hermoso paraje selvático está quince minutos de la comunidad.

El emprendimiento turístico nació en 2003 con el objetivo de generar empleo y mejorar la calidad de vida de la comunidad; y para apoyar a la conservación. Valentín Luna, su gerente general, señala que antes de la creación de las áreas protegidas Pilón Lajas (1992) y Madidi (1995) su comunidad se beneficiaba de la fruta silvestre, la recolección de la jatata que la transformaban en tejidos para la venta y, también, de la cacería, la pesca y tala de árboles, que “estaba en su auge”.

“De pronto nos dicen ¡alto! Prohibido cortar y cualquier tipo de actividades. Nos quedamos como cortados las manos, sin poder hacer ninguna de actividad”, recuerda Luna. Muchas familias emigraron en busca de trabajo. Algunos jóvenes se volvieron guías de las agencias de turismo privadas. “Ya que estaban declaradas como áreas protegidas, entonces pensamos cómo aprovecharlas. La única alternativa para nosotros era el turismo”, puntualiza.

Care Bolivia, entre otras instituciones, los apoyó con la puesta en marcha del albergue y el saneamiento de su territorio, que hoy es Tierra Comunitaria de Origen Tacana que abarca a las  comunidades Villa Alcira y San Miguel de El Bala.

En 2006, empezaron a operar con personal capacitado, todos de esa comunidad, excepto el administrador. Entre 2007 y 2011, creció el número de visitantes. “Esta época siempre estaba a full. Empezamos a crecer como el bala, también”, afirma el gerente general. El flujo de turistas aumento aún más hasta finales de 2013.

En 2014, perdieron dos infraestructuras grandes en la inundación, la cocina y el salón de eventos. En 2015, lograron construir ambos ambientes en la parte más alta, donde están las cabañas. Harán un relanzamiento, para lo cual precisan apoyo.

Durante y después de la inundación, solo operó el alberque que está dentro del Parque Nacional. Allí está el mirador de aves, un lugar paradisiaco donde se ve la rutina diaria de las parabas.

Su ventaja es que el albergue está cerca de la comunidad donde viven 45 familias. Allí los turistas participan en algunas prácticas de agricultura, muelen arroz en el tacú, tejen la palmera, entre otros. Los más aventureros también dan un paseo por un cañón donde habitan murciélagos e insectos.

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Mashaquipe y Canopy

En Villa Alcira, comunidad que junto con San Miguel de El Bala es parte de la TCO Tacana, el Canopy es el mayor atractivo. Consiste en pasar por un cable de un árbol a otro, explica Luciano Gonzáles. Los turistas se deslizan a través de 1.500 metros de cable, divididos en nueve plataformas. También pueden quedarse en las cabañas.

La comunidad, donde viven 24 familias (95% tacanas y 5% quechuas y aimaras), tiene otro emprendimiento dentro del Parque Madidi. El albergue Mashaquipe desarrolla actividades como artesanías, senderismo, navegación, habilidades de supervivencia, construcción de balsas, integración comunitaria y mucho más.

Max Aventura

Es uno de los albergues privados que está dentro del Parque Nacional. Su estilo singular, impuesto por su dinámico propietario Neymar Nava (32 años). El decorado es llamativo al igual que los senderos despejados por donde los turistas pueden caminar “sin el riesgo de que les sorprende una serpiente”, comenta.

Max Aventura tiene varios paquetes que incluyen caminatas, los circuitos para ver flora y fauna, senderos de plantas medicinales y pesca deportiva. Nava dice que son muy flexibles con lo que quiere el turista, eso sí no se pasan de la capacidad que tienen en el albergue de máximo 25 personas.

Hacen caminatas nocturnas porque pueden ver más  animales. La gente se quiere sentir en lo más natural donde no hay una silla, una ducha, quiere bañarse en el río, “son pequeñas rutas que abrimos para que el cliente decida qué es lo que quiere hacer”.

Quiero que quede por muchos años, porque abre una fuente de trabajo que mejora de vida de la gente, que recibe un buen salario y es capacitado para que brinde un buen servicio.

Hace 12 años, Nava era catalogado como guía depredador. Cuenta que los turistas pagaban por cazar chanchos de monte, venados y monos, al igual que serpientes. “A veces, uno gana su dinero y no piensa en los efectos (…) Yo sabía cuánto costaba hacerle comer ese ‘bambi’ (venado) en la casa de las comunidades”, cuenta. Eso quedó atrás y ahora, asegura, sabe lo importante que es para su emprendimiento el conservar el bosque y la fauna.

Turismo en el Pilón Lajas

El Pilón Lajas fue creado como Reserva de la Biosfera con el objetivo de preservar la biodiversidad y la integridad genética de la flora y fauna. Y en 1992, se lo reconoce en favor los pueblos mosetenes y chimanes como Territorio Indígena.

En esta área protegida, ubicada en el departamento de Beni, también se realiza actividad turística. Está concentrada en la comunidad Asunción de Quiquibey. Se trata del albergue Mapajo. Los turistas llegan al lugar, principalmente, por el apoyo que reciben de un extranjero que promociona el sitio y realiza todos los contactos. Uno de esos grupos pasó la primera semana de mayo en las cabañas del albergue.

En la mañana, del primer jueves de mayo, fueron a ver el mapajo. Un gigantesco árbol que no está lejos de la comunidad. “Es grueso, de tres metros y medio de diámetro, más o menos. Unas 18 personas lo abrazan, mano a mano”, describe Clever Clemente Caimani.

Hermindo Díaz, corregidor de la comunidad de Asunción de Quiquibey, señala que allí viven 23 familias, que atienden el albergue comunal. Los atractivos principales son el avistamiento de las parabas, el sendero de los árboles gigantes como el mapajo, la laguna donde los turistas pescan pirañas y el escondite de los loros tarechis.

Crisis del ecoturismo

Todos estos emprendimientos desaparecerían si se ejecuta el proyecto hidroeléctrico en sus dos componentes Chepete y El Bala, aseguran los operadores de turismo. Actualmente, esos territorios indígenas sufre contantemente la presión de otras actividades como la exploración petrolera, la actividad minera y la apertura de nuevos caminos, entre otros; así como el constante avance de las comunidades de interculturales que buscan favorecerse de los recursos naturales.

La inundación de 2014, causó pérdidas de infraestructuras en algunos emprendimientos así como de ingresos por las cancelaciones debido a que era imposible navegar en el río Beni. No se lograron recuperar del todo, asegura el gerente general de Mashiquipe.

Este sector experimentó una caída del 50% de sus ingresos en los últimos años también por factores como la exigencia de visas a los israelitas y estadounidenses, así como por los problemas con las enfermedades como el dengue. “Varios países recomendaron a su población evitar los viajes a la Amazonía por la falsa información por una epidemia de esta enfermedad”, dice Alex Villca, gerente general de Madidi Jungle.

Al parecer, los megaproyectos como la hidroeléctrica Chepete – El Bala, el ingenio azucarero de San Buenaventura, el puente Rurrenabaque – San Buenaventura, el camino Azariamas – Tumupasa y la exploración de hidrocarburos son prioritarios frente a la conservación de la biodiversidad y al turismo en la región, lamenta Rodrigo Mariaca, gerente general de Chalalán.

Asegura que el solo anuncio de la construcción de El Bala ya tuvo efectos, porque las operadoras nacionales de turismo y los mayoristas internacionales prefieren no invertir en el desarrollo de un destino turístico cuyo futuro es incierto.

“Si se construye El Bala, las empresas como Chalalán, Madidi Jungle, Berraco del Madidi, Mashaquipe, Max Adventures, Bala Tours, Isca Land y otros, no podremos realizar nuestras operaciones ya que el río es el único acceso. Además, los ecoturistas no tendrán ningún interés en pasar por una represa de alto impacto ambiental. Tampoco habrá ningún interés de parte de las agencias y mayoristas de vender este destino turístico dañado”, explica Mariaca.

La actividad turística es un puntal fundamental de la economía de la región y de los pueblos indígenas como San José de Uchupiamonas. “El turismo no es la solución a todas nuestras necesidades pero nos permitió generar ingresos adicionales a nuestras actividades tradicionales”, señala Alex Villca.

Estiman que el turismo genera cerca de 7 millones de dólares al año, divisan que son distribuidas principalmente entre la gente local que trabaja en varias áreas de la actividad.

El gobierno asegura que la afectación al Parque Nacional Madidi con el proyecto hidroeléctrico será inferior al 2% de su superficie, unos 180 kilómetros cuadrados. Es precisamente, el área en las cuales están asentadas las 17 comunidades en las riberas del río Beni, señalan los indígenas.

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