Internado:

“El sueño de nuestros papás”

Autor: Oscar Díaz Arnau

En un mismo predio funcionan el Centro de Educación Alternativa (CEA) y el internado “San Jorge de Ipati”, donde este año subió la cantidad de estudiantes: son 47 en total, 21 mujeres y 26 varones de entre 11 y 18 años.

Casi medio centenar de adolescentes supervisados únicamente por un tutor, Cecilio Tardío Chávez, profesor indígena guaraní de hablar pausado, se nota, con una paciencia a prueba de todo. Además de él, en el lugar solamente trabaja una cocinera.

El dinero para atender a tantos chicos y chicas tampoco alcanza. Por cada alumno internado se paga Bs 30. Si son dos, Bs 50 y por tres, Bs 70.

“Los padres de familia no están en condiciones de pagar más”, coincide Tardío con Lidio Colque, el director del CEA, donde desde hace cuatro años se ofertan las carreras de Confección Textil, Apicultura y educación primaria para adultos.

Allí, tres profesores dictan clases para 45 estudiantes, entre jóvenes y adultos, que al cabo de dos semestres reciben un título de técnico básico y de dos años, uno de técnico auxiliar.

Los responsables del internado deben cumplir con la dotación de desayuno, almuerzo y cena. ¿El té de la tarde? “Algunas veces”, contesta el tutor.

Recurren a la subvención de la Alcaldía de Huacareta y de la Fundación Treveris, que hace desembolsos bimensuales. Pero, “cada vez la ayuda es más poca”.

Él califica la comida que sirven a los internos como regular. Luego, me revela algunas de las muchas necesidades que tienen en materia de equipamiento: menaje, catres, colchones, frazadas, mesas, sillas.

“Es bastante trabajoso para mí, uno tiene que estar atento las 24 horas”, dice. Aquí vive con su esposa y sus tres hijos. Volvió al internado este 2017, después de siete años. En su primera experiencia trabajó nueve años atendiendo internos que llegan de Ivaviranti, Villa Hermosa, Anguaguasu y Ñaurenda.

Los internos van a clases, al colegio, desde las 7:00. Retornan al medio día, almuerzan y de 14:00 a 16:00 deben hacer sus tareas escolares. Después, trabajan en el huerto y posteriormente tienen un tiempo de juegos de recreación. Al caer la tarde cenan, retoman las tareas pendientes y luego se duermen.

Cumplen esta rutina de lunes a viernes. En la tarde de cada viernes parten a su casa, donde se quedan sábados y domingos para volver el lunes.

Cecilio Tardío es también docente del CEA, en el área de Apicultura: tiene 15 alumnos. “En este último año estuvo muy fuerte la producción, pero en las comunidades guaraníes son pequeñas cantidades”. Quienes desean estudiar aquí deben tener un mínimo de 15 años. También asisten personas mayores, en el horario de 15:00 a 18:00.

Cecilio se emociona con los recuerdos tristes de su familia.

“Antes, nuestros padres han sufrido mucho lamentablemente. Nosotros, sus hijos, ya no hemos trabajado como ellos en la hacienda. Esto era la idea de ellos: que haya colegios, internados. Era el sueño de nuestros papás, y lo han logrado”.

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