Educación: entre carencias y rescate de las lenguas

Autora: Miriam Telma Jemio

Son las 11:30 del primer miércoles de mayo y el aula multigrado, de la comunidad de San Antonio de Sani (Pilón Lajas), está vacía. Los once niños que allí estudian no pasaron clases. La profesora Nélida Luz Uchapi (29 años) tenía una reunión en la alcaldía de Rurrenabaque para concretar la dotación de un panel solar y un televisor que servirá para reforzar las lecciones con audiovisuales.

Esa aula, y la cancha, es lo único que queda cerca al río Beni. Tras la inundación de 2014, la comunidad entera se trasladó selva adentro. Es amplia. Tiene seis pupitres bipersonales y una pizarra. En las paredes hay afiches y murales. Uno exhibe los números en tacana: Piada (uno), Beta (dos), Pusi (tres)… tunka (diez), igual que en aymara.

La profesora afirma que, en el marco de la Ley Avelino Siñani, ahora les enseña lo básico de la lengua tacana. ¿Y cuál es la utilidad? Ella responde: Nos sirve para que nosotros nos sintamos identificados con una cultura, (para) que no nos avergoncemos de nuestras raíces, para que rescatemos y llevemos en alto nuestra lengua.

Los once alumnos cursan entre el primero y cuarto de Primaria. Sin más opción, adolescentes y jóvenes  cursan la Secundaria en el colegio de la comunidad vecina Real Beni, que queda a media hora en bote. No les es complicado desplazarse hasta allí porque todos los estudiantes tienen sus canoas. Solo en tiempo de lluvias no lo hacen regularmente porque el río es peligroso.

Uchapi, junto a su bebé de seis meses, vive en la escuela sin agua ni luz. Su esposo la acompaña en ocasiones. Ella tiene su hogar en Rurrenabaque, a donde retorna los viernes. Quienes sí tienen energía eléctrica en el colegio son los indígenas de la comunidad Real Beni (Pilón Lajas). Dos motores la generan.

Allí tienen cuatro profesores para los 80 estudiantes que cursan desde el primero de Primaria hasta el tercero de Secundaria (ahora quinto). Esperan que en 2018 les asignen un profesor para la promoción (sexto de Secundaria). “Nuestra Junta Escolar. No se ha movilizado a tiempo y no se pudo conseguir este año. Ahora se va hacer un viaje directo a La Paz (para solicitar el ítem en el Ministerio de Educación)”, explica David Villca, habitante de Real Beni.

Cuenta que el día que debían contratar a un profesor para sexto de Secundaria, con sus propios recursos mientras consiguieran el ítem, no pudieron ir a Rurrenabaque por la crecida del río. Tres días después, otra comunidad ya lo había empleado. “De esa manera, lo hemos perdido”, dice Villca. A su vecino Armín Apuri le molesta que en el Ministerio de Educación exijan como mínimo 45 alumnos para asignarles un profesor. En esta gestión, solo son doce por lo que deben ir hasta Rurrenabaque para salir bachilleres.

En la mayoría de las comunidades asentadas en las orillas del río Beni (de los municipios Rurrenabaque y San Buenaventura) las escuelas son multigrado para el ciclo Primario y de una sola aula. Los estudios del ciclo Secundario son realizados en Rurrenabaque, principalmente.

La investigadora independiente Roxana Liendo señala que, por la poca cantidad de alumnos en las comunidades indígenas de la Amazonía, un solo profesor enseña a alumnos de diferentes grados. Existen casos extremos en que un solo docente atiende desde inicial hasta el sexto de Primaria. ¿Cómo puede multiplicarse un profesor para dar estimulación temprana a los niños de preescolar y, a la vez, enseñar a leer, escribir, matemáticas y otras asignaturas?, cuestiona la investigadora.

Por la inundación de 2014, se construyeron aulas nuevas como en la comunidad Villa Alcira (Madidi, San Buenaventura). No tiene baños ni agua ni vivienda para los profesores. La antigua permanece de pie, con casi un metro de su estructura bajo tierra.

Solo hay diez alumnos en multigrado, de primero a quinto. Aunque pertenecen al municipio de San Buenaventura, los adolescentes y jóvenes asisten a la Secundaria del colegio de Rurrenabaque que está a veinte minutos en bote de Villa Alcira. El comunario Luciano Gonzales dice que allí es “más regular” la educación. Él navega el río Beni todos los días transportando a sus nietos al colegio.

aula

A diferencia del aula nueva de Villa Alcira, en la comunidad San Miguel de El Bala (Madidi) los niños pasan clases, casi a la intemperie, en una estructura que solo tiene techo. “Estamos esperando desde hace años que haya aulas para los niños”, expresa Alfredo Nay Rada. Lo que sí tienen es un telecentro con computadoras que funcionan con energía solar.

Debido a la migración, en Carmen Florida (Pilón Lajas) la mayoría de sus pobladores pasan de los cincuenta años. “Nuestros hijos se han ido, nos han abandonado”, lamenta Ramón Cubo. En los últimos años, perdieron dos ítems. Tenían tres profesores. Solo queda uno para los once alumnos que cursan de primero a tercero de Primaria.

Los años de estudio en la educación formal en el área rural está por debajo de la del área urbana, en promedio de años de estudio llegó a 5,6 años en 2014 en comparación al 10,7 del área urbana, según datos del gobierno. Esta situación debe ser interpelada porque muestra una amplia brecha que se acentúa más en el caso de los pueblos indígenas, advierte Liendo.

Recuperando el idioma

En las comunidades de Pilón Lajas y del Madidi hay presencia mayoritaria de indígenas tacanas, chimanes y mosetenes, así como quechuas. El idioma común es el castellano, sin embargo existe un bilingüismo. Según un estudios realizado en 2010, el 28% de los chimanes hablan su idioma, el 14% de los mosetenes y solo el 7% de los tacanas

A diferencia de los tacanas, en la comunidad la Embocada (Pilón Lajas) viven  mosetenes y chimanes y la mayoría habla en su idioma, asegura Graciela Coata. Lo mismo sucede en Asunción del Quiquibey (Pilón Lajas). “Nosotros mantenemos nuestro idioma. Toditos nuestros hijos hablan, hasta los que están en La Paz”, resalta Lucía Canari (49 años). Es en el colegio donde los profesores solo hablan español.

En otras comunidades del Madidi buscan profesores bilingües para recuperar el idioma tacana. Más ahora que ya tienen libros publicados en esa lengua. El Ministerio de Educación ya forma maestros plurilingües, polivalentes y multigrados. Incluso ya aprobaron currículos para 18 naciones indígenas, entre ellas tacana, mosetén y chimán.

El jefe de la Unidad de Políticas Intra e Interculturales y Plurilingüismo del Ministerio de Educación, Wálter Gutiérrez, informó a La Pública que en aplicación a la Ley Avelino Siñani, diseñaron y ya implementan algunos currículos regionalizados, para el efecto crearon 29 de los 37 institutos Plurinacional de Lengua y Culturas. En 2014, por ejemplo, se abrió el “Instituto de Lengua y Cultura Tacana, Bruno Racua” con sede en la comunidad Tumupasa, del municipio de San Buenaventura.

Gutiérrez asegura que formaron docentes con el currículo regionalizado para Primaria. Esto en cumplimiento al decreto supremo 2477 que exige a los profesores tener conocimiento de la lengua local donde trabajarán.

La autoridad resalta la importancia de recuperar los idiomas nativos de las 39 naciones del país para mantener vivas esas culturas. A diferencia de Gutiérrez, el antropólogo José Felipe Teijeiro señala que la cultura puede subsistir a pesar del idioma.

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