Cepo: Tortura física a los delincuentes

Autor: Oscar Díaz Arnau

Lugares abiertos y otros cerrados a candado: no todo es confianza entre los herméticos guaraníes. Dicen que de vez en cuando se registran actos delictivos. “Hay robos en las comunidades, lo que no se veía antes”, comenta el profesor Cecilio Tardío Chávez, miembro de este pueblo indígena. Eso explica la supervivencia del ‘cepo’, un método cavernario, más bien de tortura física, dentro de la justicia comunitaria.

En su criterio, las reuniones de la comunidad, generalmente mensuales, son “demasiado útiles porque ahí se discute y se da solución a los problemas”. En alguna de esas reuniones de gradería y tinglado se dispone la pena del cepo, para sentarles la mano a los violadores, a los peleadores y a los ladrones, según la corta lista de delitos que repasan de memoria los capitanes guaraníes durante el viaje.

El médico del lugar, el de los ojos achinados que cambió a su fría Potosí por la templada Huacareta, vio una vez cómo castigaban a un comunario con el cepo. Dice que le ajustaron las correas en los pies y que eso no es nada: “el problema es que lo dejan medio día o un día y, con el calor que hace aquí, comienza a hincharse”.

—El castigo, ¿en qué consiste?

—Lo dejan ahí, nada más.

—¿Y qué había hecho esa persona?

—No, de la comunidad es eso, son cosas de la comunidad (se ríe con algo de vergüenza). Generalmente nosotros, como personas civiles, cuando cometemos algún error se hace la denuncia a la justicia, pero aquí primero se analiza y ellos ven, si no es necesario denunciarlo, que se lo pueda castigar aquí.

Para estos casos no se forma un tribunal especial. El pueblo guaraní en pleno se reúne a la cabeza de su capitán, que se acompaña de la mesa directiva de la comunidad: el segundo capitán, una tesorera y dos vocales.

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