El dilema de los guaraníes

Autor: Oscar Díaz Arnau

La actitud por momentos pusilánime de los guaraníes con la industria extractivista de recursos naturales en su territorio, incluyendo el que se halla dentro del Iñao, podría explicarse por la moderna idea de desarrollo en ese sector.

La actitud por momentos pusilánime de los guaraníes con la industria extractivista de recursos naturales en su territorio, incluyendo el que se halla dentro del Iñao, podría explicarse por la moderna idea de desarrollo en ese sector.

Hay en esa idea ligazón con un dilema clave: deben decidir entre apoyar al instrumento político que se fundó sobre la base de las organizaciones sociales, el Movimiento al Socialismo (MAS), cuyo gobierno impulsa la actividad petrolera en el Iñao y los demás parques nacionales del país, o defender la tierra de sus ancestros.

En Chuquisaca, al sur de Bolivia, este pueblo indígena está asentado en las provincias chaqueñas de Luis Calvo y Hernando Siles y el mburuvicha Federico Gutiérrez, secretario de Producción de la CCCH, calcula que unas 1.000 personas de su etnia viven al interior del área protegida, cuyas serranías atraviesan los municipios de Villa Serrano, Padilla, Monteagudo y Villa Vaca Guzmán.

Por allí, humildes comunidades limitan con el próspero departamento de Santa Cruz (este).

Los guaraníes integran la base social del instrumento político que sostiene al presidente Evo Morales en el poder, aun después de las desavenencias del Gobierno con los aborígenes de las tierras bajas por la insistencia oficial de construir una carretera en el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS), geográficamente situado entre Beni y Cochabamba.

Para algunos de los nativos la política de ampliación de la frontera petrolera, al punto de afectar casi la totalidad de un parque exuberante como el Iñao, contradice la filosofía de su pueblo —conocida como Ivi Maraei o ‘Tierra sin mal’— de mantener una relación integral con la tierra y los territorios más allá del aspecto productivo y económico.

Alguien que los conoce bien porque trabajó varios años con ellos asegura que pesa sobre sus espaldas una histórica carga emocional desde que su líder, Apiaguaiki Tumpa, torturado y sacrificado durante los tiempos de la República de fines del siglo XIX, fue traicionado por otro guaraní.

Tras su muerte, comenzó el sometimiento a los hombres y mujeres de su pueblo.

Siendo naturalmente cazadores y recolectores —cuando no pescadores—, con el paso del tiempo fueron aprendiendo a criar vacas y a sembrar productos agrícolas.

En la época del incario tenían conciencia minera. Ahora, a tono con la frescura de la practicidad, eligen ver a la tierra llanamente como el lugar donde van a cazar y a recolectar.

Que tienen choques permanentes con los quechuas y los interculturales, me dice mi fuente. Que son “ladinos” y por eso hábiles para los arreglos sociales: “te llevo hasta tal lugar, pero me pagas la gasolina o me regalas coca”; “te permito que perfores la tierra en busca de petróleo, pero me das algo a cambio”.

En la serranía del Iñao, a pesar del avance de la apicultura, las principales actividades económicas continúan siendo la agricultura y la ganadería.

No obstante, los apicultores se muestran más convencidos que los originarios de que la actividad petrolera afectará el medioambiente. Sostienen que la perforación en busca de gas natural perjudicará la vida de las abejas.

“Somos protectores de la naturaleza”, me remarca un comunario.

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