Caraparí,

“la capital del gas”

Autor: Rafael Sagárnaga L.

En Caraparí la era de la esclavitud concluyó recién en 2010, sin embargo fue continuada por la marginación de los guaraníes. La histórica bonanza del gas ya abandona el pueblo, nunca llegó a los indígenas

Basta llegar a la denominada “capital del gas” y alejarse 500 metros de la plaza principal para descubrir que sus viejas lagunas cloacales colapsaron. Su hedor contamina el lado oeste del centro urbano, sus rebalses cruzan riachuelos de aguas limpias que servían para el consumo doméstico. Porque, claro, buena parte de los carapareños aún debe buscar vertientes ante los crónicos problemas en la provisión de agua potable. Debe hacerlo de día porque la luz eléctrica falla recurrentemente.

Y dos terceras partes del pueblo cuidan de no gastar su garrafa de gas en lámparas pues, aunque viven sobre el megacampo, carecen de gas domiciliario. Viven alrededor del pavimento urbano, son campesinos e indígenas. Hasta 2014 sólo 216 familias tenían servicio gasífero doméstico, es decir, apenas un año antes de que empiece a acabarse la bonanza. Esa bonanza que hoy no sólo responde a la caída de precios internacionales del gas, sino además al agotamiento del megacampo San Alberto que disminuyó su producción en un 40 por ciento (a).

Los ingresos anuales de Caraparí cayeron de 89 millones de dólares a cerca de 20 millones entre 2014 y 2016 (b). Por ello, las obras que se realizaron empiezan a lidiar con los fantasmas del abandono. El hospital Virgen de Guadalupe, por ejemplo, con infraestructura de tercer nivel, fue concluido en 2015, pero carece de personal y equipos. Por ello, no se realizan ni cirugías ni estudios de rayos “x”.

Los servicios de desayuno y transporte escolar, logros celebrados por las autoridades del lugar hace 8 años, decayeron. Ahora les redujeron de 8 a 3,5 bolivianos el costo de cada desayuno y de 9 a 3 millones el presupuesto para buses. Las instituciones iniciaron despidos, la Alcaldía retiró a 250 de sus 600 funcionarios.  

Hay quienes se hallan aún peor: los más antiguos habitantes del lugar. “En Caraparí hay guaraníes que no tienen casa ni tierras, viven de caseros, de inquilinos, a lo mucho pueden trabajar 5 hectáreas y les falta todo – dice el capitán grande Víctor Barrios –. No nos tocó ni un pito del gas”.

Barrios sintetiza así una de las historias de despojo y explotación más intensas del Aguaragüe. Primero, durante décadas, decenas de hacendados les quitaron sus tierras y, tras dura resistencia, los sometieron a la esclavitud que duró hasta hace un lustro. “Incluso en tiempos de Evo hubo esto de la servidumbre y especialmente en Caraparí –dice el capitán Román Gómez-.

El año 2004 el Gobierno de Carlos Mesa la prohibió, entonces se sometía a familias enteras al servicio no remunerado. Pero la práctica continuó, por lo menos hasta 2010. Ese año, la Comisión  Interamericana de Derechos Humanos aseguraba que 600 familias guaraníes del Chaco boliviano vivían en condiciones de esclavitud (c).  Decenas de ellas en torno a Caraparí. “A partir de 2009 -2010 eso desapareció –dice Gómez-, pero nada más, la pobreza sigue”.

El capitán guaraní se refiere a los procesos posteriores en los que el Instituto Nacional de la Reforma Agraria no recuperó tierras para los indígenas.  Luego, los hacendados acunaron acuerdos con petroleras y autoridades. Hoy, sin haber recibido más beneficios que unas sedes culturales, los guaraníes son los inquilinos de terrenos de los que cualquier día se les invita a partir.

En la junta de capitanes de la APG Caraparí los reclamos se multiplican. “Una garrafa de gas me cuesta 32,5 bolivianos (12,50 más que en el resto de Bolivia) –explica Herlinda Fernández-. La distribuidora cobra 22,5 y el taxi sale a 10”. Por eso deben cocinar frecuentemente a leña, como otros comunarios, aún más desafortunados.

Y los más desposeídos se hallan en el entorno carapareño. Viven junto a parcelitas y sus hijos apenas vestidos y, frecuentemente, enfermos. En años recientes hubo epidemias de salmonela y hepatitis, posiblemente por aguas contaminadas. Viven en casuchas de tablones. Se hallan dispersos en comunidades como Nazareno, Atajado, hacia el norte, o Cañitas y Salitral, en la vía a Itau, otro megacampo.

Un contraste con el edificio de la Subgobernación de Caraparí. Costó casi tres millones de dólares. Ocupa cerca de una hectárea, está colmado de ventanales, patios con baldosas, una piscina ornamental y decenas de espacios para oficinas que se muestran vacíos. En sus pasillos oscuros parece sonar el eco del ocaso de la era del gas.

(a) “La producción de gas del campo San Alberto declina a 6 MMmcd”, Pagina Siete, 17-06-2016
(b) Federación de Asociaciones Municipales de Bolivia – FAM
(c) “Esclavos en tiempos de Evo”, Santiago O’Donnell, Pagina 12, 25-04-10

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